Maneras de superar la rivalidad entre los hermanos
Hoy les escribiré sobre algo que es muy común en las familias: la rivalidad entre hermanos. No he escuchado de hermanos que no hayan tenido competencia entre ellos; no quiere decir que no se amen. Quienes hemos vivido rodeados de hermanos sabemos que desde la niñez son nuestros amigos incondicionales y compañeros de travesuras, pero siempre habrá roses o peleas.
Soy la menor de seis hermanos. Fuimos criados en los llanos orientales de Colombia. En el campo se aprende a jugar de forma diferente a la tradicional. En algunas ocasiones nos metíamos en tremendos problemas por nuestras contiendas, aun así, siempre manejamos una buena relación y comunicación entre hermanos.
Ahora, por coincidencias de Dios, también soy mamá de seis niños: tres biológicos y tres de mi corazón. Nuestros niños del corazón han venido de entornos y crianzas totalmente diferentes a las nuestras. En el proceso de adaptación aprendimos a manejar las discusiones que se pueden dar. Quiero compartirte lo que aprendí a través de este tiempo:
- Las peleas entre hermanos siempre se dan y hasta cierto punto son Muchas de ellas permiten que los niños aprendan a comunicar sus sentimientos, solucionar conflictos y tener empatía entre ellos. Aprender a solucionarlas es la base para tener relaciones sanas en el futuro.
- El tiempo de calidad por separado con cada uno de tus hijos es importante. La mayoría de las veces compiten por la atención de los padres. Cuando pasas tiempo con ellos recargas su tanque de amor: ellos se sienten especiales y amados.
- Los límites deben estar claros. Se aceptan disgustos, pero no permitimos golpes ni malas palabras.
- La intervención sucede cuando sobrepasan los límites. Esto les ayuda a aprender herramientas para resolver sus conflictos.
- Los trabajos en equipo son un pilar. Hacer que trabajen juntos ayuda a fomentar la colaboración y a observar que se necesitan mutuamente.
La Palabra nos dice en Efesios 4:26-27: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo”. Vemos que no está mal enojarnos, sin embargo, debemos aprender a controlarnos para no pecar.
Ginneth Molano de Elías