La generosidad es un valor que todo ser humano debe practicar
Compartir lo propio con nuestro prójimo, los amigos o los hermanos es un principio fundamental para fomentar en nuestras familias. El valor de la generosidad refleja cuán agradecidos estamos con nuestro Padre celestial al demostrar amor a los demás, así como confianza en los principios del reino del Señor.
Recuerdo las palabras de mi mamá, diciendo: “este año no te voy a comprar regalos, usaremos ese dinero para comprarle regalos a niños que lo necesitan”. Como niña, no fue nada agradable para mí escuchar que no me comprarían regalos para la época de la navidad, y la razón no era por escasez en casa, sí había recursos, pero iban a servir para bendecir a otros niños. Así fue como mi mamá me inculcó el valor de la generosidad.
Juntas preparamos y entregamos los regalos y recuerdo que mamá decía: “Es mejor dar que recibir”. Días después visitamos a una familia de amigos y me dicen: “Tenemos un regalo especial para ti”. ¡Era una muñeca grande y hermosa! Yo estaba emocionada y mi mamá me enseñó que por cuanto habíamos dado con generosidad a los niños, Dios me estaba dando a mí también con generosidad.
Esta es una lección que nunca olvidaré, la tengo guardada en el corazón. La generosidad es una buena semilla para cultivar en medio de un mundo centrado en el materialismo y que busca la satisfacción personal por encima de los demás.
Creo que como padres debemos aprovechar cada oportunidad para enseñar a nuestros hijos sobre la generosidad, aunque quizá no lo comprendan del todo, cuando crezcan llevarán estas enseñanzas y principios atados en su corazón.
Hijo mío, nunca olvides las cosas que te he enseñado; guarda mis mandatos en tu corazón. Si así lo haces, vivirás muchos años, y tu vida te dará satisfacción. ¡Nunca permitas que la lealtad ni la bondad te abandonen! Átalas alrededor de tu cuello como un recordatorio. Escríbelas en lo profundo de tu corazón. Entonces tendrás tanto el favor de Dios como el de la gente, y lograrás una buena reputación.
Proverbios 3:1-4 NTV
Por Vivian de Cardona