El poder del ejemplo
Viviendo la paternidad conforme al corazón de Dios.
Conforme transcurrían los años y mis hijas fueron creciendo, me di cuenta de que la crianza era un compromiso sumamente grande, donde yo debía prepararlas para saber decidir entre lo bueno y lo malo, estando lejos de mí. Quizá uno de los temores que nos surgen siendo padres sea por la educación y formación de nuestros hijos.
Los responsables de la educación de sus hijos delante de Dios son los padres.
Como todos los padres, deseamos que los hijos tengan la mejor formación académica, que sea impartida con principios y valores dentro de una institución educativa. Sin embargo, la responsabilidad principal de enseñanzas para su formación de vida no depende de una institución, sino que depende de nuestro rol como padres, de inculcarles intencionalmente las enseñanzas basadas en los principios establecidos por Dios.
La instrucción y la corrección son claves en la formación de nuestros hijos. (Proverbios 22:6) Como madre, muchas veces me equivoqué en cuanto a la corrección, exigiendo cosas que incluso yo como persona no hacía. Creía que mis palabras fuertes iban a provocar un nivel de autoridad y exigencia, pero al contrario, estas actitudes mías provocaban comportamientos completamente contrarios a lo que yo esperaba.
La estrategia de actuación como padres conforme al corazón de Dios.
En una ocasión, mi hija mayor tomó una decisión importante de dejar un grupo musical del cual formó parte desde pequeña, y de donde yo creía que ella no debía salir en ese momento. Sin embargo, apoyé su decisión, pero inmediatamente tomé una acción: decidí ayunar una vez por semana sin contarle a nadie y orar para cubrir y guardar su llamado, pues me sentía en la necesidad de respaldar esa decisión.
Sobre todo, sentía la necesidad de cuidar el caminar nuevo en la vida de ella y confiar plenamente en que Dios tenía planes de bien para su vida, como lo indica el profeta Jeremías: «Pues yo sé los planes que tengo para ustedes —dice el Señor—». Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza. Jeremías 29:11 (NTV)
A raíz de esto, no he dejado de ayunar semanalmente, y surgió en mí una necesidad de oración más constante e intencional, pues llegué a comprender que mis oraciones son la mejor cobertura y el mejor protector que mis hijas pueden tener.
Los resultados puestos en las manos de Dios están asegurados.
Cuando desde mis ojos las decisiones tomadas no son las mejores, comprendo que Dios tiene el poder para enderezar sus veredas para llevarlas por los caminos de bien y se va a cumplir Su propósito en ellas. Busca la voluntad del Señor en todo lo que hagas, y Él dirigirá tus caminos. Proverbios 3:6 (NBV)
He visto cómo, a raíz de modelar mis acciones espirituales de orar, servir a Dios, ayunar, dar y sobre todo buscar siempre agradarlo a Él, se ha provocado en el corazón de mis hijas una forma diferente de actuar, pues imitan lo que han visto, tanto que ahora en algunas cosas me superan. He visto cómo sus talentos han ido creciendo, cómo Dios guarda su caminar y cómo han llegado incluso a bendecirnos como papás, orando por nosotros, honrándonos y buscando agradar a Dios a través de lo que hacen.
Hace algunos días mis hijas me agradecían, por el ejemplo que han visto en mí. Fue algo que nunca busqué, pero que ahora, por consecuencia, estoy disfrutando y me motiva a esforzarme aún más, para lograr ver cosas mayores en ellas y, sobre todo, dejar que Dios haga más allá de lo que le he pedido o incluso he imaginado. Por el poder de Dios que obra en nosotros, Él puede hacer mucho más de lo que jamás podríamos pedir o imaginar. Efesios 3:20 (PDT).
Con fe, alegría y alta expectativa, toma acción en tu casa para empezar a ver resultados diferentes en la vida de tus hijos; sé valiente, actúa con determinación, cree y confía plenamente en que Dios te dará las estrategias para que tu casa sea renovada y bendecida por Él. ¡Busca siempre agradar el corazón de Dios!
Ligia de Cabrera
