Adolescentes: otro mundo

Esta etapa por momentos me provocaba temor y a la vez emoción, pero lo que pude comprobar es que no pasa desapercibida. Tengo dos hijas, una de 15 y otra de 10 años, y ha sido gratificante verlas crecer, conocerlas y vivir sus cambios junto con ellas.

Entre tanto cambio que hay en esta etapa, quiero enfocarme en algo muy importante: es aquí donde inician descubriendo su yo, su identidad. Y esto es algo maravilloso en esta etapa. Es importante mencionar que los cambios de conducta que presentan son necesarios, por lo que una responsabilidad que tenemos como padres es conocer y también aprender; estar informados para ayudar a nuestros hijos.

Cuando inician estos cambios, generalmente no se reconocen. Ahí empiezan a descubrir su verdadero yo, es por eso que necesitan tranquilidad. Los momentos en silencio les permiten reflexionar y como padres podemos recordarles quién los creó, que son una generación que Dios ha empoderado y que tienen la libertad de vivir y alegrarse de su día a día, pero que junto con ello está la tarea de responder por cada uno de sus actos y vivir de forma prudente.

Eclesiastés 11:9 (PDT) dice: “Jóvenes: disfruten de su juventud, sean felices, sigan los impulsos de su corazón y gocen de la vida. Pero siempre tengan presente que Dios los juzgará por todo lo que hagan”.

Ellos se inician pensando por cuenta propia y por eso se cuestionan las ideas y valores que has inculcado; es decir, lo verán con otros ojos, no con los ojos del niño pequeño que seguía todas las indicaciones de sus padres. No siempre quieren ayuda porque quiere hacer las cosas por ellos mismos aunque a veces no saben cómo. Para ellos es una forma de descubrirse cómo autónomos e independientes.

No desesperes: acompáñalos, ayúdalos a vivir, trata de tener tú primeramente el dominio propio y entender, pero también ejerce tu autoridad. No dejes de ser su padre, no dejes de corregir, no dejes de guiar. Sin impedir su crecimiento, oriéntalo y hazle saber que no puede imponer su criterio, pero que puede exponerlo con humildad, y será escuchado y acompañado.

Algo que sucede es que generalmente crecen muy rápido y no les gusta el resultado, por lo que pueden tener complejos y lo pasan muy mal. Otro trabajo que como padres tenemos es mencionarles sus cualidades para que se valoren y podamos elevar su autoestima. El apóstol Pablo nos dice en 1 de Timoteo 4:12 (PDT): “Que nadie te menosprecie por ser joven. Al contrario, que los creyentes vean en ti un ejemplo a seguir en la manera de hablar, en la conducta, y en amor, fe y pureza”.

Esta es una generación en la cual vemos muy resaltada la influencia. Los adolescentes quieren ser influenciados y también influir. Enséñales primeramente con el ejemplo y con tu tiempo invertido en ellos que pueden ser influencia para su generación, que se reten a ellos mismos a ser un buen ejemplo. Será una forma muy especial para que enfoquen sus cambios y energía en ser testimonio.

Vive esta etapa sin miedos ni temores. Encuentra en la oración y en la Palabra de Dios la guía que necesitas para acompañar a tus hijos adolescentes. Deja a un lado el enojo y la desesperación al no comprender muchos de sus cambios, vívelos junto a ellos y enfócate en que sus pies sigan en el camino correcto, pero ya con su independencia y su identidad reafirmada.

Bessie Godoy

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