Cada día después de la fiesta de Pentecostés, los apósteles predicaban y hacían milagros. Y cada día más personas se bautizaban y convertían en seguidores de Jesús.
Un día, Pedro y Juan iban en camino al templo para orar, cuando un hombre paralítico los detuvo y les pidió algunas monedas. No tenemos dinero, le respondieron Pedro y Juan. Pero lo que tenemos, te lo daremos… en el nombre de Jesús, ¡levántate y camina! Pedro le dio la mano al hombre y lo animó a ponerse de pie. ¿Qué crees que sucedió? Sí, el hombre se levantó y dio unos cuantos pasos vacilando, luego comenzó a bailar de alegría… bailó todo el camino hasta el templo, detrás de Pedro y Juan.
Pedro se acercaba a las personas y les hablaba del amor de Dios y los milagros de sanidad que había hecho. Al oírlo los líderes religiosos estaban furiosos porque nuevamente el nombre de Jesús alborotaba a las personas. Hicieron que Pedro y Juan fueran a la cárcel, aunque no habían hecho nada malo.
Pedro y Juan sabían lo que debían hacer, Jesús le había enseñado a no tener miedo porque sabían que el Espíritu Santo les diría lo debían hacer y decir a los líderes religiosos.
Recuerda que, así como el Espíritu Santo estuvo con los amigos de Jesús y también estará contigo para guiarte en todo momento.