Mientras Pedro y Juan se acercaban al templo para orar, un hombre cojo los llamó y les pidió dinero. Por su condición física, el cojo no podía adorar a Dios en el templo, puesto consideraban impuro. En vez de darle dinero, Pedro lo sanó en el nombre de Jesús. Después de recibir el regalo y la promesa del Espíritu Santo los amigos y seguidores de Jesús proclamaron las buenas noticias y hacían milagros, el Espíritu Santo los guiaba en todo momento.